viernes, 8 de junio de 2012

El chico de la Moleskine

Como cada tarde, se sentaba en la misma mesa de aquel café del centro, con una taza de té.
Rebuscaba en su bolsa de cuero cogía su cuaderno, y su caja de madera llena de lápices, y empezaba a dibujar.
Las tardes en aquel bar cada vez eran mas tristes, ya casi no había personas a las que plasmar en papel. Esas tardes aburridas teñidas de carboncillo y virutas de difumino.
La semana pasada en su rutina, se sentó en El Minuto, cogió un lápiz y de repente entró ella, con sus rastas, un vestido floreado, y con un aire de tranquilidad, que hizo que se le callera su lapicero rojo con el que hacía los primeros trazos del boceto.
Se quedó mirando exhausto, como si nunca hubiera visto a nadie igual, recogió su lapicero, bebió un sorbo de té, y enseguida se puso a dar vida a su sueño....

Durante 20 minutos, no se movió de su sitio, no dejaba de sacar colores de su caja de madera... hasta que la chica se fue.
El chico de la Moleskine se quedó vacío, como los escritores sin musa, dándole vueltas a la imagen de aquella chica floreada.
Desde entonces... acude cada tarde con la idea de encontrarla de nuevo sentada en aquella silla, y así poder completar el dibujo de la página 12.

El chico de la Moleskine dibuja personas, dibuja sueños, dibuja historias... y eso...le hace ser especial.

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