lunes, 25 de octubre de 2010

Siervos del atardecer


Mientras la hojas caían de aquella inmensa arboleda, nos quedamos mirando en un punto de aquel horizonte impenetrable, sentados en un banco de madera, que gastado por los años pertenecía a la propia naturaleza, cubierto de musgos y rodeado de hojarasca, se convirtió en nuestro trono durante ese día.

Veíamos formas impuras caminar a nuestro alrededor, e invadían con sus miradas lascivas escaneando nuestras frentes, intentando leer nuestros pensamientos. Y aunque teníamos cerebro practicamente impenetrables, nuestras lágrimas caían a ese mar de hojas, tan débiles....

Llegó el momento de las decisiones, durante meses habíamos cavado nuestra propia tumba y nos habíamos liberado de esa carga emocional que nos ataba, y ahora..... ahora sabíamos como pensaban los demás, habíamos descubierto esa barrera que antes era infranqueable.
Eramos semidioses... quizás algo malvados, pero semidioses. Y siempre teníamos en nuestros hombros un estandarte, que en un futuro muy cercano, volvería a ser el ítem por el que nos venerarían.

Ante esa circunstancia, sentados en nuestros tronos, sufriendo momentaneamente y creyéndonos algo importante.... decidimos abandonarnos a nuestra suerte, divagar hasta las tantas, seguir urdiendo un plan en el que al final... seríamos reyes.

Fdo. Almaw Onthebridge

1 comentario:

María dijo...

Me gusta.
Quiero oír esa idea.