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Mientras la hojas caían de aquella inmensa arboleda, nos quedamos mirando en un punto de aquel horizonte impenetrable, sentados en un banco de madera, que gastado por los años pertenecía a la propia naturaleza, cubierto de musgos y rodeado de hojarasca, se convirtió en nuestro trono durante ese día.
Veíamos formas impuras caminar a nuestro alrededor, e invadían con sus miradas lascivas escaneando nuestras frentes, intentando leer nuestros pensamientos. Y aunque teníamos cerebro practicamente impenetrables, nuestras lágrimas caían a ese mar de hojas, tan débiles....
Llegó el momento de las decisiones, durante meses habíamos cavado nuestra propia tumba y nos habíamos liberado de esa carga emocional que nos ataba, y ahora..... ahora sabíamos como pensaban los demás, habíamos descubierto esa barrera que antes era infranqueable.
Eramos semidioses... quizás algo malvados, pero semidioses. Y siempre teníamos en nuestros hombros un estandarte, que en un futuro muy cercano, volvería a ser el ítem por el que nos venerarían.
Ante esa circunstancia, sentados en nuestros tronos, sufriendo momentaneamente y creyéndonos algo importante.... decidimos abandonarnos a nuestra suerte, divagar hasta las tantas, seguir urdiendo un plan en el que al final... seríamos reyes.
Fdo. Almaw Onthebridge
1 comentario:
Me gusta.
Quiero oír esa idea.
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